Los Heraldos Negros (Libro)(Cesar Vallejo)
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LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras en el
rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros
atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma, de
alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las
crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo
lo vivido se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la
vida, tan fuertes ... Yo no sé!
PLAFONES AGILES
DESHOJACIÓN SAGRADA
Luna! Corona de
una testa inmensa, que te vas deshojando en sombras gualdas! Roja corona
de un Jesús que piensa trágicamente dulce de esmeraldas!
Luna! Alocado corazón celeste ¿por qué bogas así,
dentro de copa llena de vino azul, hacia el oeste, cual derrotada y dolorida
popa?
Luna! Y a fuerza de volar en vano, te holocaustas en
ópalos dispersos: tú eres talvez mi corazón gitano que vaga en el azul llorando
versos!...
COMUNIÓN
Linda regia! tus venas son fermentos de mi noser
antiguo y del champaña negro de mi vivir!
Tu cabello es la ignota raicilla del árbol de mi vid. Tu cabello es la hilacha
de una mitra de ensueño que perdí!
Tu cuerpo es la espumante escaramuza de un rosado
Jordán; y ondea, como un lago beatífico
que humillara a la víbora del mal!
Tus brazos dan la sed de lo infinito, con sus castas
hespérides de luz, cual dos blancos caminos redentores, dos arranques murientes de una cruz. Y están
plasmados en la sangre invicta de mi imposible azul!
Tus pies son dos heráldicas alondras que eternamente
llegan de mi ayer! Linda Regia! Tus pies
son las dos lágrimas que al bajar del Espíritu ahogué, un Domingo de Ramos que
entré al Mundo, ya lejos para siempre de Belén!
NERVAZÓN DE ANGUSTIA
Dulce herrera, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor.... Desclava, amada eterna, mi largo
afán y los dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!
Regreso del desierto donde he caído mucho; retira la
cicuta y obséquiame tus vinos: espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!
Desclávame mis clavos ¡oh nueva madre mía!
¡Sinfonía de olivios, escancia tu llorar! Y has de
esperar, sentada junto a mi carne muerta, cuál cede la amenaza, y la alondra se
va!
Pasas... vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad, la dignidad roquera que hay en tu
castidad, y el judithesco azogue de tu miel interior.
Son las ocho de una mañana en crema brujo.... Hay
frío....Un perro pasa royendo el hueso de otro perro que fue....Y empieza a
llorar en mis nervios un fósforo que en cápsulas de silencio apagué!
Y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática un
dionisiaco hastío de café....!
BORDAS DE HIELO
Vengo a verte pasar todos los días, vaporcito
encantado siempre lejos... Tus ojos son dos rubios capitanes; tu labio es un
brevísimo pañuelo
rojo que ondea en un adiós de
sangre!
Vengo a verte pasar; hasta que un día, embriagada de
tiempo y de crueldad, vaporcito encantado siempre lejos, la estrella de la
tarde partirá!
Las jarcias; vientos que traicionan; vientos de mujer
que pasó! Tus fríos capitanes darán orden; y quien habrá partido seré yo...
NOCHEBUENA
Al callar la orquesta, pasean veladas sombras
femeninas bajo los ramajes, por cuya hojarasca se filtran heladas quimeras de
luna, pálidos celajes.
Hay labios que lloran arias olvidadas, grandes lirios
fingen los ebúrneos trajes. Charlas y sonrisas en locas bandadas perfuman de
seda los rudos boscajes.
Espero que ría la luz de tu vuelta; y en la epifanía
de tu forma esbelta, cantará la fiesta en oro mayor.
Balarán mis versos en tu predio entonces,
canturreando en todos sus místicos bronces que ha nacido el Niño-Jesús de tu
amor.
ASCUAS
Para Domingo Parra del Riego
Luciré para Tilia en la tragedia, mis estrofas en
ópimos racimos; sangrará cada fruta melodiosa, como un sol funeral, lúgubres
vinos.
Tilia tendrá la cruz que en la hora final será de luz!
Prenderé para Tilia, en la tragedia, la gota de
fragor que hay en mis labios; y el labio, al encresparse para el beso, se
partirá en cien pétalos sagrados.
Tilia tendrá el puñal, el puñal floricida y auroral!
Ya en la sombra, heroína, intacta y mártir, tendrás
bajo tus plantas a la Vida; mientras veles, rezando mis estrofas, mi testa,
como una hostia en sangre tinta! Y en un lirio, voraz,
mi sangre, como un virus, beberás!
MEDIALUZ
He soñado una fuga. Y he soñado tus encajes dispersos
en la alcoba. A lo largo de un muelle, alguna madre; y sus quince años dando el
seno a una hora.
He soñado una fuga. Un “para siempre” suspirado en la
escala de una proa; he soñado una madre; unas frescas matitas de verdura, y el
ajuar constelado de una aurora.
A lo largo de un muelle...
Y a lo largo de un cuello que se
ahoga!
SAUCE
Lirismo e invierno, rumor de crespones, cuando ya
se acerca la pronta partida; agoreras voces de tristes canciones que en la
tarde rezan una despedida.
Visión del entierro de mis ilusiones en la propia
tumba de mortal herida. Caridad verónica de ignotas regiones, donde a precio de
éter se pierde la vida.
Cerca de la aurora partiré llorando; y mientras mis
años se vayan curvando, curvará guadañas mi ruta veloz.
Y ante fríos óleos de luna muriente, con timbres de
aceros en tierra indolente, cavarán los perros, aullando, ¡un adiós!
AUSENTE
Ausente! La mañana en que me vaya más lejos de lo
lejos, al Misterio, como siguiendo inevitable raya, tus pies resbalarán al
cementerio.
Ausente! La mañana en que a la playa del mar de
sombra y del callado imperio, como un pájaro lúgubre me vaya, será el blanco
panteón tu cautiverio.
Se habrá hecho de noche en tus miradas; y sufrirás, y
tomarás entonces penitentes blancuras lanceradas.
Ausente! Y en tus propios sufrimientos ha de cruzar
entre un llorar de bronces una jauria de remordimientos!
AVESTRUZ
Melancolía, saca tu dulce pico ya; no cebes tus
ayunos en mis trigos de luz. Melancolía, basta! Cuál beben tus puñales la
sangre que extrajera mi sanguijuela azul!
No acabes el maná de mujer que ha bajado; yo quiero
que de él nazca mañana alguna cruz, mañana que no tenga yo a quién volver los
ojos, cuando abra su gran O de burla el ataúd.
Mi corazón es tiesto regado de amargura; hay otros
viejos pájaros que pastan dentro de él... Melancolía, deja de secarme la vida,
y desnuda tu labio de mujer...!
BAJO LOS ÁLAMOS
Para
José Garrido
Cual hieráticos bardos prisioneros, los álamos de sangre se
han dormido. Rumian arias de yerba al sol caído, las greyes de Belén en los
oteros.
El
anciano pastor, a los postreros martirios de la luz estremecido, en sus
pascuales ojos ha cogido una casta manada de luceros.
Labrado
en orfandad baja el instante con rumores de entierro, al campo orante y se
otoñan de sombra las esquilas.
Supervive
el azul urdido en hierro, y en él, amortajadas las pupilas, tranza su aullido
pastoral un perro.
BUZOS
LA ARAÑA
Es una araña enorme que ya no anda; una araña
incolora, cuyo cuerpo, una cabeza y un abdomen, sangra.
Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo hacia
todos los flancos sus pies innumerables alargaba. Y he pensado en sus ojos
invisibles, los pilotos fatales de la araña.
Es una araña que temblaba fija en un filo de piedra;
el abdomen a un lado, y al otro la cabeza.
Con tantos pies la pobre, y aún no puede resolverse.
Y, al verla atónita en tal trance, hoy me ha dado qué pena esa viajera.
Es una araña enorme, a quien impide el abdomen seguir
a la cabeza. Y he pensado en sus ojos y en sus pies numerosos...
¡Y me ha dado qué pena esa viajera!
BABEL
Dulce hogar sin estilo, fabricado de un solo golpe y
de una sola pieza de cera tornasol. Y en el hogar ella daña y arregla; a veces
dice:
“El hospicio es bonito; aquí no más!” ¡Y otras veces
se pone a llorar!
ROMERÍA
Pasamos juntos. el sueño lame nuestros pies qué dulce; y todo
se desplaza en pálidas renunciaciones sin dulce.
Pasamos juntos. Las muertas almas, las que, cual
nosotros, cruzaron por el amor, con enfermos pasos ópalos, salen en sus lutos
rígidos y se ondulan en nosotros. Amada, vamos al borde frágil de un montón de
tierra. Va en aceite ungida el ala, y en pureza. Pero un golpe, al caer yo no
sé dónde, afila de cada lágrima un diente hostil.
Y un soldado, un gran soldado, heridas por
charreteras, se anima en la tarde heroica, y a sus pies muestra entre risas,
como una gualdrapa horrenda, el cerebro de la Vida.
Pasamos juntos, muy juntos, invicta Luz, paso
enfermo; pasamos juntos las lilas mostazas de un cementerio.
EL PALCO ESTRECHO
Más acá, más acá. Yo estoy muy
bien.
Llueve; y hace una cruel limitación.
Avanza, avanza el pie.
Hasta qué hora no suben las cortinas esas manos que
fingen un zarzal?
Ves? Los otros, qué cómodos, qué efigies.
Más acá, más acá!
Llueve. Y hoy pasará otra nave cargada de crespón;
será como un pezón negro y deforme arrancado a la esfíngica Ilusión.
Más acá, más acá. Tú estás al borde y la nave
arrastrarte puede al mar.
Ah, cortinas inmóviles, simbólicas... Mi aplauso es
un festín de rosas negras: cederte mi lugar! Y en el fragor de mi renuncia, un
hilo de infinito sangrará.
Yo no debo estar tan bien; avanza, avanza el piel!
DE LA TIERRA
¿
................................
—Si te amara... qué sería?
—Una orgía!
—Y si él te amara? Sería todo rituario, pero menos
dulce.
Y si tú quisieras? La sombra sufriría justos fracasos
en tus niñas monjas.
Culebrean latigazos, cuando el can ama a su dueño?
—No; pero la luz es nuestra.
Estás enfermo... Vete... Tengo
sueño!
(Bajo la alameda vesperal se quiebra un fragor de
rosa.) —Idos, pupilas, pronto...
Ya retoña la selva en mi cristal!
EL POETA A SU AMADA
Amada, en esta noche tú me has crucificado sobre los
dos maderos curvados de mi beso; y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado, y
que hay un viernesanto más dulce que ese beso.
En esta noche rara que tanta me has mirado, la Muerte
he estado alegre y ha cantado en su hueso. En esta noche de setiembre se ha
oficiado mi segunda caída y el más humano beso.
Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos; se irá
secando a pausas nuestra excelsa amargura; y habrán tocado a sombra nuestros
labios difuntos.
Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos; ni
volveré a ofenderte. Y en una sepultura los dos dos dormiremos, como dos
hermanitos.
VERANO
Verano, ya me voy. y me dan pena las manitas sumisas
de tus tardes. Llegas devotamente; llegas viejo; y ya no encontrarás en mi alma
a nadie.
Verano! y pasarás por mis balcones con gran rosario
de amatistas y oros, como un obispo triste que llegara de lejos a buscar y
bendecir los rotos aros de unos muertos novios.
Verano, ya me voy. Allá, en setiembre tengo una rosa
que te encargo mucho; la regarás de agua bendita todos los días de pecado y de
sepulcro.
Si a fuerza de llorar el mausoleo, con luz de fe su
mármol aletea, levanta en alto tu responso, y pide a Dios que siga para siempre
muerta. Todo ha de ser ya tarde; y tú no encontrarás en mi alma a nadie.
Ya no llores, Verano! En aquel surco muere una rosa
que renace mucho...
SETIEMBRE
Aquella noche de setiembre, fuiste tan buena para
mí... hasta dolerme! Yo no sé lo demás; y para eso, no debiste ser buena, no
debiste.
Aquella noche sollozaste al verme hermético y tirano,
enfermo y triste. Yo no sé lo demás.. . y para eso
yo no sé por qué fui triste..., tan
triste...!
Sólo esa noche de setiembre dulce, tuve a tus ojos de
Magdala, toda la distancia. de Dios... y te fui dulce!
Y también una tarde de setiembre cuando sembré en tus
brasas, desde un auto, los charcos de esta noche de diciembre.
HECES
Esta tarde llueve como nunca; y no tengo ganas de
vivir, corazón.
Esta tarde es dulce. Por qué no ha
de ser?
Viste gracia y pena; viste de mujer.
Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo las
cavernas crueles de mi ingratitud; mi bloque de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su “No seas así!”
Mis violentas flores negras; y la bárbara y enorme
pedrada; y el trecho glacial. Y pondrá el silencio de su dignidad con. óleos
quemantes el punto final.
Por eso esta tarde, como nunca, voy con este búho,
con este corazón.
Y otras pasan; y viéndome tan triste, toman un
poquito de ti en la abrupta arruga de mi hondo dolor.
Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no tengo ganas de
vivir, corazón!
IMPÍA
Señor! estabas tras los cristales humano y triste de
atardecer; y cuál lloraba tus funerales esa mujer!
Sus ojos eran el jueves santo, dos negros granos de
amarga luz! Con duras gotas de sangre y llanto clavó tu cruz!
Impía! Desde que tú partiste, Señor, no ha ido nunca
al Jordán, en rojas aguas su piel desviste, y al vil judío le vende pan!
LA COPA NEGRA
La noche es una copa de mal. Un silbo agudo del
guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler. Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya
te fuiste, la onda aún es negra y me hace aún arder?
La Tierra tiene bordes de féretro en la
sombra.
Oye, tú, mujerzuela, no vayas a
volver.
A carne nada, nada en la copa de sombra que me hace
aún doler; mi carne nada en ella, como en un pantanoso corazón de mujer.
Ascua astral... He sentido secos roces de arcilla
sobre mi loto diáfano caer. Ah, mujer! Por ti existe la carne hecha de
instinto. Ah mujer!
Por eso ¡oh, negro cáliz! aun cuando ya te fuiste, me
ahogo con el polvo; y piafan en mis carnes más ganas de beber!
DESHORA
Pureza amada, que mis ojos nunca llegaron a gozar.
Pureza absurda!
Yo sé que estabas en la carne un día, cuando yo
hilaba aún mi embrión de vida.
Pureza en falda neutra de colegio; y leche azul
dentro del trigo tierno
a la tarde de lluvia, cuando el alma ha roto su puñal
en retirada,
cuando ha cuajado en no sé qué probeta sin contenido
una insolente piedra.
Cuando hay gente contenta; y cuando lloran párpados
ciegos en purpúreas bordas.
Oh, pureza que nunca ni un recado me dejaste, al
partir del triste barro
ni una migaja de tu voz; ni un nervio de tu convite
heroico de luceros.
Alejáos de mi, buenas maldades, dulces bocas
picantes...
Yo la recuerdo al veros oh, mujeres! Pues de la vida
en la perenne tarde, nació muy poco pero mucho muere!
FRESCO
Llegué a confundirme con ella, tanto ...! por sus
recodos espirituales, yo me iba jugando entre tiernos fresales, entre sus
griegas manos matinales.
Ella me acomodaba después los lazos negros y bohemios
de la corbata. Y yo volvía a ver la piedra absorta, desairados los bancos, y el
reloj que nos iba envolviendo en su carrete, al dar su inacabable molinete.
Buenas noches aquellas, que hoy la dan por reír de mi extraño morir, de mi modo
de andar meditabundo. Alfeñiques de oro, joyas de azúcar que al fin se quiebran
en el mortero de losa de este mundo.
Pero para las lágrimas de amor, los luceros son
lindos pañuelitos lilas, naranjas, verdes, que empapa el corazón. Y si hay ya
mucha hiel en esas sedas, hay un cariño que no nace nunca, que nunca muere,
vuela otro gran pañuelo apocalíptico; la mano azul, inédita de Dios!
YESO
Silencio. aquí se ha hecho ya de noche, ya tras del cementerio
se fue el sol; aquí se está llorando a mil pupilas: no vuelvas; ya murió mi
corazón. Silencio. Aquí ya todo está vestido de dolor riguroso; y arde apenas,
como un mal kerosene, esta pasión.
Primavera vendrá. Cantarás «Eva» desde un minuto
horizontal, desde un hornillo en que arderán los nardos de Eros. ¡Forja allí tu
perdón para el poeta, que ha de dolerme aún, como clavo que cierra un ataúd!
Mas... una noche de lirismo, tu buen seno, tu mar
rojo se azotará con olas de quince años, al ver lejos, aviado con recuerdos mi
corsario bajel, mi ingratitud. Después, tu manzanar, tu labio dándose, y que se
aja por mí por la vez última, y que muere sangriento de amar mucho, como un
croquis pagano de Jesús.
¡Amada! Y cantarás; y ha de vibrar el femenino en mi
alma, como en una enlutada catedral.
NOSTALGIAS IMPERIALES
I
En los paisajes de mansiche labra imperiales
nostalgias el crepúsculo; y lábrase la raza en mi palabra, como estrella de
sangre a flor de músculo.
El campanario dobla... No hay quien abra la
capilla... Diríase un opúsculo bíblico que muriera en la palabra de asiática
emoción de este crepúsculo.
Un poyo con tres patas, es retablo en que acaban de
alzar labios en coro la eucaristía de una chicha de oro.
Más allá de los ranchos surge al viento el humo
oliendo a sueño y a establo, como si se exhumara un firmamento.
II
La anciana pensativa, cual relieve de un bloque
pre-incaico, hila que hila; en sus dedos de Mama el huso leve la lana gris de
su vejez trasquila.
Sus ojos de esclerótica de nieve un ciego sol sin luz
guarda y mutila...! Su boca está en desdén, y en calma aleve su cansancio
imperial tal vez vigila.
Hay ficus que meditan, melenudos trovadores incaicos
en derrota, la rancia pena de esta cruz idiota,
en la hora en rubor que ya se escapa, y que es lago
que suelda espejos rudos donde náufrago llora Manco-Cápac.
III
Como viejos curacas van los bueyes camino de
Trujillo, meditando...
Y al hierro de la tarde, fingen reyes que por muertos
dominios van llorando.
En el muro de pie, pienso en las leyes que la dicha y
la angustia van trocando: ya en las viudas pupilas de los bueyes se pudren
sueños qué no tienen cuándo.
La aldea, ante su paso, se reviste de un rudo gris,
en que un mugir de vaca se aceita en sueño y emoción de huaca.
Y en el festín del cielo azul yodado gime en el cáliz
de la esquila triste un viejo corequenque desterrado.
IV
La grama mustia, recogida, escueta ahoga no sé qué
protesta ignota: parece el alma exhausta de un poeta, arredrada en un gesto de
derrota.
La Ramada ha tallado su silueta, cadavérica jaula,
sola y rota, donde mi enfermo corazón se aquieta en un tedio estatual de
terracota.
Llega el canto sin sal del mar labrado en su máscara
bufa de canalla que babea y da tumbos, ahorcado!
La niebla hila una venda al cerro lila que en
ensueños miliarios se enmuralla, como un huaco gigante que vigila.
HOJAS DE ÉBANO
Fulge mi cigarrillo; su luz se limpia en pólvoras de alerta.
Y a su guiño amarillo entona un pastorcillo el tamarindo de su sombra muerta.
Ahoga en una enérgica negrura, el caserón entero la
mustia distinción de su blancura.
Pena un frágil aroma de aguacero.
Están todas las puertas muy ancianas, y se hastía en
su habano carcomido una insomne piedad de mil ojeras. Yo las dejé lozanas; y
hoy las telarañas han zurcido hasta en el corazón de sus maderas, coágulos de
sombra oliendo a olvido. La del camino, el día que me miró llegar, trémula y
triste, mientras que-sus dos brazos entreabría, chilló como en un llanto de
alegría. Que en toda fibra existe para el ojo que ama, una dormida novia perla,
una lágrima escondida.
Con no sé qué memoria secretea mi corazón ansioso.
—Señora?... —Sí, señor; murió en la aldea; aún la veo
envueltita en su rebozo...
Y la abuela amargura de un cantar neurasténico de
paria ¡oh, derrotada musa legendaria! afila sus melódicos raudales bajo la
noche oscura: como si abajo, abajo,
en la turbia pupila de cascajo de abierta sepultura,
celebrando perpetuos funerales, se quebrasen fantásticos puñales.
Llueve..., llueve... Sustancia el aguacero,
reduciéndolo a fúnebres olores, el humor de los viejos alcanfores que velan
tahuashando en el sendero con sus ponchos de hielo y sin sombrero.
TERCETO AUTÓCTONO
I
El puño labrador se aterciopela, y en cruz en cada
labio se aperfila. Es fiesta! El ritmo del arado vuela; y es un chantre de
bronce cada esquila.
Afílase lo rudo. Habla escarcela... En las venas
indígenas rutila un yaraví de sangre que se cuela en nostalgias de sol por la
pupila.
Las pallas, aquenando hondos suspiros, como en raras
estampas seculares, enrosarian un símbolo en sus giros.
Luce él Apóstol en su trono, luego; y es, entre
inciensos, cirios y cantares, el moderno dios-sol para el labriego.
II
Echa una cana al aire el indio triste.
hacia el altar fulgente va el gentío.
El ojo del crepúsculo desiste
de ver quemado vivo el caserío.
La pastora de lana y llanque viste, con pliegues de
candor en su atavío; y en su humildad de lana heroica y triste, copo es su
blanco corazón bravío.
Entre músicas, fuegos de bengala, solfea un
acordeón! Algún tendero
da su reclame al viento: “Nadie
iguala!”
Las chispas al flotar lindas, graciosas, son trigos
de oro audaz que el chacarero siembra en los cielos y en las nebulosas.
III
Madrugada. la chicha al fin revienta en sollozos,
lujurias, pugilatos; entre olores de urea y de pimienta traza un ebrio al andar
mil garabatos.
“Mañana que me vaya...” se lamenta un Romeo rural
cantando a ratos. Caldo madrugador hay ya de venta; y brinca un ruido aperital
de platos.
Van tres mujeres.. ., silba un golfo... Lejos el río
anda borracho y canta y llora prehistorias de agua, tiempos viejos.
Y al sonar una caja de Tayanga, como iniciando un
huaino azul, remanga sus pantorrillas de azafrán la Aurora.
ORACIÓN DEL CAMINO
Ni sé para quién es esta amargura! oh, sol, llévala
tú que estás muriendo, y cuelga, como un cristo ensangrentado, mi bohemio dolor
sobre su pecho. El
valle es de oro amargo;
y el viaje es triste, es largo.
Oyes? Regaña una guitarra. Calla! Es tu raza, la
pobre viejecita que al saber que eres huésped y que te odian, se hinca la faz
con una roncha lila.
El valle es de oro amargo, y el trago es largo...,
largo...
Azulea el camino, ladra el río... Baja esa frente
sudorosa y fría, fiera y deforme. Cae el pomo roto de una espada humanicida! Y
en el mómico valle de oro santo, la brasa de sudor se apaga en llanto!
Queda un olor de tiempo abonado de versos, para
brotes de mármoles consagrados que hereden la aurífera canción de la alondra
que se pudre en mi corazón!
HUACO
Yo soy el coraquenque ciego que mira por la lente de
una llaga, y que atado está al Globo, como a un huaco estupendo que girara.
Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza la necedad
hostil a trasquilar volutas de clarín,
volutas de clarín brillantes de asco y bronceadas de
un viejo yaraví.
Soy el pichón de cóndor desplumado por latino
arcabuz; y a flor de humanidad floto en los Andes, como un perenne Lázaro de
luz.
Yo soy la gracia incaica que se roe en áureos
coricanchas bautizados de fosfatos de error y de cicuta. A veces en mis piedras
se encabritan los nervios rotos de un extinto puma.
Un fermento de Sol; levadura de sombra y corazón!
MAYO
Vierte el humo doméstico en la aurora su sabor a
rastrojo; y canta, haciendo leña, la pastora un salvaje aleluya!
Sepia y rojo.
Humo de la cocina, aperitivo de gesta en este bravo
amanecer. El último lucero fugitivo lo bebe, y, ebrio ya de su dulzor, ¡oh
celeste zagal trasnochador! se duerme entre un jirón de rosicler.
Hay ciertas ganas lindas de almorzar, y beber del arroyo,
y chivatear! Aletear con el humo allá, en la altura; o entregarse a los vientos
otoñales en pos de alguna Ruth sagrada, pura, que nos brinde una espiga de
ternura bajo la hebraica unción de los trigales!
Hoz al hombro calmoso, acre el gesto brioso, va un
joven labrador a Irichugo. Y en cada brazo que parece yugo se encrespa el
férreo jugo palpitante que en creador esfuerzo cuotidiano chispea, como trágico
diamante, a través de los poros de la mano que no ha bizantinado aún el guante.
Bajo un arco que forma verde aliso, ¡oh cruzada fecunda del andrajo!
La zagala que llora su yaraví a la aurora, recoge ¡oh
Venus pobre! frescos leños fragantes en sus desnudos brazos arrogantes
esculpidos en cobre. En tanto que un becerro, perseguido del perro, por la
cuesta bravía corre, ofrendando al floreciente día un himno de Virgilio en su
cencerro!
Delante de la choza el indio abuelo fuma; y el
serrano crepúsculo de rosa, el ara primitiva se sahúma en el gas del tabaco.
Tal surge de la entraña fabulosa de epopéyico huaco, mítico aroma de broncíneos
lotos, el hilo azul de los alientos rotos!
ALDEANA
Lejana vibración de esquilas mustias en el aire
derrama la fragancia rural de sus angustias. En el patio silente sangra su despedida
el sol poniente El ámbar otoñal del panorama toma un frío matiz de gris
doliente!
Al portón de la casa que el tiempo con sus garras
torna ojosa, asoma silenciosa y al establo cercano luego pasa, la silueta
calmosa de un buey color de oro, que añora con sus bíblicas pupilas, oyendo la
oración de las esquilas, su edad viril de toro!
Al muro denla huerta aleteando la pena de su canto,
salta un gallo gentil, y, en triste alerta, cual dos gotas de llanto, tiemblan
sus ojos en la tarde muerta!
Lánguido se desgarra en la vetusta aldea el dulce
yaraví de una guitarra, en cuya eternidad de hondo quebranto la triste voz de
un indio dondonea, como un viejo esquilón de camposanto.
De codos yo en el muro, cuando triunfa en el alma el
tinte oscuro y el viento reza en los ramajes yertos llantos de quenas, tímidos,
inciertos, suspiro una congoja, al ver que la penumbra gualda y roja llora un
trágico azul de idilios muertos!
IDILIO MUERTO
Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce rita
de junco y capulí; ahora que me asfixia bizancio, y que dormita la sangre, como
flojo cognac, dentro de mí.
Dónde estarán sus manos que en actitud contrita
planchaban en las tardes blancuras por venir; ahora, en esta lluvia que me
quita las ganas de vivir.
Qué será de su falda de franela; de sus afanes; de su
andar; de su sabor a cañas de mayo del lugar.
Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje, y al
fin dirá temblando: «Qué frío hay... Jesús!» y llorará en las tejas un pájaro
salvaje.
TRUENOS
EN LAS TIENDAS GRIEGAS
Y el alma se asustó a las cinco de aquella tarde azul
desteñida. el labio entre los linos la imploró con pucheros de novio para su
prometida.
El Pensamiento, el gran General se ciñó de una lanza
deicida.
El Corazón danzaba; más, luego sollozó: la bayadera
esclava estaba herida?
Nadal Fueron los tigres que la dan por correr a
apostarse en aquel rincón, y tristes ver
'los ocasos, que llegan desde
Atenas.
No habrá remedio para este
hospital de nervios, para el gran campamento irritado de este atardecer! Y el
General escruta volar siniestras penas allá ................................ en
el desfiladero de mis nervios!
ÁGAPE
Hoy no ha venido nadie a preguntar; ni me han pedido
en esta tarde nada.
No he visto ni una flor de cementerio en tan alegre
procesión de luces.
Perdóname, Señor: qué poco he
muerto!
En esta tarde todos, todos pasan sin preguntarme ni
pedirme nada. Y no sé qué se olvidan y se queda mal en mis manos, como cosa
ajena.
He salido a la puerta, y me da ganas de gritar a
todos:
Si echan de menos algo, aquí se
queda!
Porque en todas las tardes de esta vida, yo no sé con
qué puertas dan a un rostro, y algo ajeno se toma el alma mía.
Hoy no ha venido nadie; y hoy he muerto qué poco en
esta tarde!
LA VOZ DEL ESPEJO
Así pasa la vida, como raro espejismo.
La rosa azul que alumbra y da el ser al cardo!
junto al dogma del fardo
matador, el sofisma del Bien y la
Razón!
Se ha cogido, al acaso, lo que rozó la mano; los
perfumes volaron, y entre ellos se ha sentido el moho que a mitad de la ruta ha
crecido en el manzano seco de la muerta Ilusión.
Así pasa la vida, con cánticos aleves de agostada
bacante. Yo voy todo azorado, adelante..., adelante, rezongando mi marcha
funeral.
Van al pie de brahmánicos elefantes reales, y al
sórdido abejeo de un hervor mercurial parejas que alzan brindis esculpidos en
roca y olvidados crepúsculos una cruz en la boca.
Así pasa la vida, vasta orquesta de Esfinges que
arrojan al vacío su marcha funeral.
ROSA BLANCA
Me siento bien. Ahora brilla un estoico hielo en mí. Me da
risa esta soga rubí que rechina en mi cuerpo.
Soga sin fin, como una voluta descendente de mal...
soga sanguínea y zurda formada de mil dagas en
puntal.
Que vaya así, trenzando sus rollos de crespón; y que
ate el gato trémulo del Miedo al nido helado, al último fogón.
Yo ahora estoy sereno, con luz. Y maya en mi
Pacífico un náufrago ataúd.
LA DE MIL
El suertero que grita «La de a mil» tiene no sé qué
fondo de Dios.
Pasan todos los labios. El hastío despunta en una
arruga su yanó. Pasa el suertero que atesora, acaso nominal, como Dios, entre
panes tantálicos, humana impotencia de amor.
Yo le miro el andrajo. Y él pudiera darnos el
corazón; pero la suerte aquella que en sus manos aporta, pregonando en alta
voz, como un pájaro cruel, irá a parar adonde no lo sabe ni lo quiere este
bohemio dios.
Y digo en este viernes tibio que anda a cuestas bajo
el sol: ¡por qué se habrá vestido de suertero la voluntad de Dios!
EL PAN NUESTRO
Para
Alejandro Gamboa
Se bebe el desayuno... Húmeda tierra de cementerio
huele a sangre amada. Ciudad de invierno... La mordaz cruzada de una carreta
que arrastrar parece una emoción de ayuno encadenada!
Se quisiera tocar todas las puertas, y preguntar por
no sé quién; y luego ver a los pobres, y, llorando quedos, dar pedacitos de pan
fresco a todos. Y saquear a los ricos sus viñedos con las dos manos santas que
a un golpe de luz volaron desclavadas de la Cruz!
Pestaña matinal, no os levantéis! ¡El pan nuestro de
cada día dánoslo, Señor...!
Todos mis huesos son ajenos; yo talvez los robé! Yo
vine a darme lo que acaso estuvo asignado para otro; y pienso que, si no
hubiera nacido, otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!
Y en esta hora fría, en que la tierra trasciende a
polvo humano y es tan triste, quisiera yo tocar todas las puertas, y suplicar a
no sé quién, perdón, y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón...!
ABSOLUTA
Color de ropa antigua. Un julio a sombra, y un agosto
recién segado. Y una mano de agua que injertó en el pino resinoso de un tedio
malas frutas.
Ahora que has anclado, oscura ropa, tornas rociada de
un suntuoso olor a tiempo, a abreviación... Y he cantado el proclive festín que
se volcó.
Mas ¿no puedes, Señor, contra la muerte, contra el
límite, contra lo que acaba? ¡Ay, la llaga en color de ropa antigua, cómo se
entreabre y huele a miel quemada!
Oh unidad excelsa! Oh lo que es uno por todos!
¡Amor contra el espacio y contra el tiempo! Un latido
único de corazón; un solo ritmo: ¡Dios!
Y al encogerse de hombros los linderos en un bronco
desdén irreductible, hay un riego de sierpes en la doncella plenitud del 1.
¡Una arruga, una sombra!
DESNUDO EN BARRO
Como horribles batracios a la atmósfera, suben
visajes lúgubres al labio. Por el Sahara azul de la Substancia camina un verso
gris, un dromedario.
Fosforece un mohín de sueños crueles. Y el ciego que
murió lleno de voces de nieve. Y madrugar, poeta, nómada, al crudísimo día de
ser hombre.
Las Horas van febriles, y en los ángulos abortan
rubios siglos de ventura. ¡Quién tira tanto el hilo: quién descuelga sin piedad
nuestros nervios, cordeles ya gastados, a la tumba!
Amor! Y tú también. Pedradas negras se engendran en
tu máscara y la rompen.
¡La tumba es todavía un sexo de mujer que atrae al
hombre!
CAPITULACIÓN
Anoche, unos abriles granas capitularon ante mis
mayos desarmados de juventud; los marfiles histéricos de su beso me hallaron
muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.
Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron una
tarde amaranto que dije un canto a sus cantos; y anoche, en medio de los
brindis, me hablaron las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.
Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres sus
velas cremas que iban al tope en las salobres espumas de un marmuerto.
Vencedora y vencida,
se quedó pensativa y ojerosa y granate. Yo me partí
de aurora. Y desde aquel combate, de noche entran dos sierpes esclavas a mi
vida.
LÍNEAS
Cada cinta de fuego que, en busca del Amor, arrojo y vibra en
rosas lamentables, me da a luz el sepelio de una víspera. Yo no sé si el
redoble en que lo busco, será jadear de roca, o perenne nacer de corazón.
Hay tendida hacia el fondo de los seres, un eje
ultranervioso, honda plomada.
La hebra del destino! Amor desviará tal ley de vida,
hacia la voz del Hombre; y nos dará la libertad suprema en transubstanciación
azul, virtuosa, contra lo ciego y lo fatal.
Que en cada cifra lata, recluso en albas frágiles, el
Jesús aún mejor de otra gran Yema!
Y después... La otra línea...
Un Bautista que aguaita, aguaita, aguaita... Y,
cabalgando en intangible curva, un pie bañado en púrpura.
AMOR PROHIBIDO
Subes centelleante de labios y ojeras! Por tus venas
subo, como un can herido que busca el refugio de blandas aceras.
Amor, en el mundo tú eres un pecado! Mi beso es la
punta chispeante del cuerno del diablo; mi beso que es credo sagrado!
Espíritu es el horópter que pasa puro en su blasfemia! El corazón que
engendra al cerebro que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.
Platónico estambre que existe en el cáliz donde tu
alma existe!
¿Algún penitente silencio siniestro?
¿Tú acaso lo escuchas? Inocente flor! ... Y saber que
donde no hay un Padrenuestro, el Amor es un Cristo pecador!
LA CENA MISERABLE
Hasta cuándo estaremos esperando lo que no se nos
debe... Y en qué recodo estiraremos nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta
cuándo la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.
Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones por haber
padecido!... Ya nos
hemos sentado mucho a la mesa, con la amargura de un niño que a media noche,
llora de hambre, desvelado...
Y cuándo nos veremos con los demás, al borde de una
mañana eterna, desayunados todos! Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos todo bañado en llanto, repito cabizbajo y vencido: hasta cuándo
la cena durará.
Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla, y acerca
y aleja de nosotros, como negra cuchara de amarga esencia humana, la
tumba... Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena
durará!
PARA EL ALMA IMPOSIBLE
DE MI AMADA
Amada: no has querido plasmarte jamás como lo ha
pensado mi divino amor.
Quédate en la hostia,
ciega e impalpable,
como existe Dios.
Si he cantado mucho, he llorado más por ti ¡oh mi
parábola excelsa de amor!
Quédate en el seso,
y en el mito inmenso
de mi corazón!
Es la fé, la fragua donde yo quemé el terroso hierro
de tanta mujer; y en un yunque impío te quise pulir. Quédate en la eterna nebulosa, ahí, en la multicencia de un
dulce no ser.
Y si no has querido plasmarte jamás en mi metafísica
emoción de amor, deja
que me azote, como un
pecador.
EL TÁLAMO ETERNO
Sólo al dejar de ser, amor es fuerte!
Y la tumba será una gran pupila, en cuyo fondo
supervive y llora la angustia del amor, como en un cáliz de dulce eternidad y
negra aurora.
Y los labios se encrespan para el beso, como algo
lleno que desborda y muere; y, en conjunción crispante, cada boca renuncia para
la otra una vida de vida agonizante.
Y cuando pienso así, dulce es la tumba donde todos al
fin se compenetran en un mismo fragor; dulce es la sombra, donde todos se unen
en una cita universal de amor.
LAS PIEDRAS
Esta mañana bajé
a las piedras, oh las piedras! Y motivé y troquelé un
pugilato de piedras.
Madre nuestra, si mis pasos en el mundo hacen dolor,
es que son los fogonazos de un absurdo amanecer.
Las piedras no ofenden; nada codician. Tan sólo piden
amor a todos, y piden amor aun a la Nada.
Y si algunas. de ellas se van cabizbajas, o van
avergonzadas, es que algo de humano harán...
Mas, no falta quien a alguna por puro gusto golpee.
Tal, blanca piedra es la luna que voló de un puntapié...
Madre nuestra, esta mañana
me he corrido con las hiedras, al ver la azul
caravana de las piedras, de las piedras, de las piedras...
RETABLO
Yo digo para mí: por fin escapo al ruido; nadie me ve
que voy a la nave sagrada. Altas sombras acuden, y Darío que pasa con su lira
enlutada.
Con paso innumerable sale la dulce Musa, y a ella van
mis ojos, cual polluelos al grano. La acosan tules de éter y azabaches
dormidos, en tanto sueña el mirlo de la vida en su mano.
Dios mío, eres piadoso, porque diste esta nave, donde
hacen estos brujos azules sus oficios. Darío de las Américas celestes! Tal
ellos se parecen a ti! Y de tus trenzas frabrican sus cilicios.
Como ánimas que buscan entierros de oro absurdo,
aquellos arciprestes vagos del corazón, se internan, y aparecen... y,
habládonos de lejos, nos lloran el suicidio monótono de Dios!
PAGANA
Ir muriendo y cantando. Y bautizar la sombra con
sangre babilónica de noble gladiador. Y rubricar los cuneiformes de la áurea
alfombra con la pluma del ruiseñor y la tinta azul del dolor.
¿La Vida? Hembra proteica. Contemplarla asustada
escaparse en sus velos, infiel, falsa Judith; verla desde la herida, y asirla
en la mirada, incrustando un capricho de cera en un rubí.
Mosto de Babilonia, Holofernes, sin tropas, en el
árbol cristiano yo colgué mi nidal; la viña redentora negó amor a mis copas;
Judith, la vida aleve, sesgó su cuerpo
hostial.
Tal un festín pagano. Y amarla hasta en la muerte,
mientras las venas siembran rojas perlas de mal; y así volverse al polvo,
conquistador sin suerte, dejando miles de ojos de sangre en el puñal.
LOS DADOS ETERNOS
Para
Manuel González Prada, esta emoción bravía y selecta, una de las que, con más
entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; me pesa
haber tomádote tu pan; pero este pobre barro pensativo no es costra fermentada
en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre, hoy supieras
ser Dios; pero tú, que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es
él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas, como en un
condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas, y jugaremos con
el viejo dado. Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte, como dos ases fúnebres de lodo.
Dios míos, y esta noche sorda,
obscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra es un dado roído
y ya redondo a fuerza de rodar a la aventura, que no puede parar sino en un
hueco, en el hueco de inmensa sepultura.
LOS ANILLOS FATIGADOS
Hay ganas de volver, de amar, de no ausentarse, y hay
ganas de morir, combatido por dos aguas encontradas que jamás- han de istmarse.
Hay ganas: de un gran beso que amortaje a la Vida,
que acaba en el áfrica de una agonía ardiente, suicida!
Hay ganas de... no tener ganas. Señor; a ti yo te
señalo. con el dedo deicida: hay ganas de no haber tenido corazón.
La primavera vuelve, vuelve y se irá. Y Dios, curvado
en tiempo, se repite, y pasa:, pasa
:a cuestas con la espina dorsal del
Universo.
Cuando, las sienes tocan su lúgubre .tambor... cuando
me- duele el sueño grabado en un puñal, hay ganas de quedarse plantado en .este
verso!
SANTORAL
(Parágrafos)
Viejo osiris! llegué hasta la pared de enfrente de la
vida.
Y me parece. que he tenido siempre a la mano esta
pared.
Soy la sombra, el reverso: todo va
bajo mis pasos de columna eterna.
Nada e traído por las trenzas; todo fácil se vino a
mí, como una herencia.
Sardanápalo. Tal, botón eléctrico. de máquinas de
sueño fue mi boca.
Así he llegado a la pared de enfrente; y siempre ésta
pared tuve .a la mano.
Viejo Osiris! Perdónote! Que nada alcanzó a
requerirme, nada, nada...
LLUVIA
En Lima... en Lima está lloviendo el agua sucia de un
dolor qué mortífero! Está lloviendo de la gotera de tu amor.
No te hagas la que está durmiendo, recuerda de tu
trovador; que yo ya comprendo.. . comprendo la humana ecuación de tu amor.
Truena en la mística dulzaina la gema tempestuosa y
zaina, la brujería de tu “sí”.
Mas, cae, cae el aguacero al ataúd, de mi sendero,
donde me ahueso para ti...
AMOR
Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos; y cuál mi
idealista corazón te llora. Mis cálices todos aguardan abiertos tus hostias de
otoño y vinos de aurora.
Amor, cruz divina, riega mis desiertos con tu sangre
de astros que sueña y que llora. Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos que
temen y ansían tu llanto de auroral
Amor, no te quíero cuando estás distante rifado en
afeites de alegre bacante, o en frágil y chata facción de mujer.
Amor, ven sin carne, de un Icor que asombre; y que
yo, a manera de Dios, sea el hombre que ama y engendra sin sensual placer!
DIOS
Siento a dios que camina tan en mí, con la tarde y
con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos, Orfandad...
Pero yo siento a Dios. Y hasta parece que él me dicta
no sé qué buen color. Como un hospitalario, es bueno y triste; mustia un dulce
desdén de enamorado: debe dolerle mucho el corazón.
Oh, Dios mío, recién a ti me llego hoy que amo tanto
en esta tarde; hoy que en la falsa balanza de unos senos, mido y lloro una
frágil Creación.
Y tú, cuál llorarás..., tú, enamorado de tanto enorme
seno girador... Yo te consagro Dios, porque amas tanto; porque jamás sonríes;
porque siempre debe dolerte mucho el corazón.
UNIDAD
En esta noche mi reloj jadea junto a la sien
oscurecida, como manzana de revólver que voltea bajo el gatillo sin hallar el
plomo.
La luna blanca, inmóvil, lagrimea, y es un ojo que
apunta... Y siento cómo se acuña el gran Misterio en una idea hostil y ovoidea,
en un bermejo plomo.
Ah, mano que limita, que amenaza tras de todas las
puertas, y que alienta en todos los relojes, cede y pasa!
Sobre la araña gris de tu armazón, otra gran Mano
hecha de luz sustenta un plomo en forma azul de corazón.
LOS ARRIEROS
Arriero, vas fabulosamente vidriado de sudor. La
hacienda Menocucho cobra mil sinsabores diarios por la vida.
Las doce. Vamos a la cintura del
día.
El sol que duele mucho.
Arriero, con tu poncho colorado te alejas, saboreando
el romance peruano de tu coca. Y yo desde una hamaca, desde un siglo de duda,
cavilo tu horizonte y atisbo, lamentado, por zancudos
y por el estribillo gentil y enfermo de una “paca-paca.” A1 fin tú llegarás
donde debes llegar, arriero, que, detrás de tu burro santurrón, te vas..., te
vas...
Feliz de ti, en este calor en que se encabritan todas
las ansias y todos los motivos; cuando el espíritu que anima al cuerpo apenas,
va sin oca, y no atina a acesbtrar su bruto hacia los Andes oxidentales de la
Eternidad.
CANCIONES DE HOGAR
ENCAJES DE FIEBRE
Por los cuadros de santos en el muro colgados mis
pupilas, arrastran un ¡ay! de anochecer; y én un temblor de fiebre, con los
brazos cruzados, mi ser recibe vaga visita del Noser:
Una mosca llorona en los muebles cansados yo no sé
qué leyenda fatal quiere verter: una ilusión de Orientes que fugan asaltados;
un nido azul de alondras que mueren al nacer.
En un sillón antiguo sentado está mi
padre.
Como una Dolorosa, entra y sale mi madre:
Y al verlos siento un algo que no, quiere
partir.
Porque antes. de la oblea que es hostia, hecha de
Ciencia, está la hostia, oblea hecha de Providencia.
Y la.visita nace, me ayuda a bien
vivir...
LOS PASOS LEJANOS
Mi padre duerme. Su semblante augusto figura un
apacible corazón; está ahora tan dulce... si hay algo en él de amargo, seré yo.
Hay soledad en el hogar; se reza; y no hay noticias
de los hijos hoy. Mi padre se despierta, ausculta la huida a Egipto, el
restañante adiós. Está ahora tan cerca; si hay algo en él de lejos, seré yo.
Y mi madre pasea allá en los huertos, saboreando un
sabor ya sin sabor. Está ahora tan suave, tan ala, tan salida, tan amor.
Hay soledad en el hogar sin bulla, sin noticias, sin
verde, sin niñez. Y si hay algo quebrado en esta tarde, y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.
A MI
HERMANO MIGUEL
In memoriam
Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa.
Donde nos haces una falta sin fondo! Me acuerdo que
jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: “Pero, hijos...”
Ahora yo me escondo, como antes, todas estas
oraciones vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los
corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo. Me
acuerdo que nos hacíamos llorar, hermano, en aquel juego.
Miguel, tú te escondiste una noche de agosto, al
alborear; pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste. Y tu gemelo corazón
de esas tardes extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya cae sombra en el
alma.
Oye, hermano, no tardes en salir. Bueno? Puede
inquietarse mamá.
ENEREIDA
Mi padre, apenas en la mañana pajarina, pone sus setentiocho
años, sus setentiocho ramos de invierno a solear. El cementerio de Santiago,
untado en alegre año nuevo, está a la vista. Cuántas veces sus pasos cortaron
hacia él, y tornaron de algún entierro humilde.
Hoy hace mucho tiempo que mi padre no sale Una broma
de niños se desbanda.
Otras veces le hablaba a mi madre de impresiones
urbanas, de política; y hoy, apoyado en su bastón ilustre que sonara mejor en
los años de la Gobernación, mi padre está desconocido, frágil, mi padre es una
víspera. Lleva, trae, abstraído, reliquias, cosas, recuerdos, sugerencias. La
mañana apacible le acompaña con sus alas blancas de hermana de la caridad.
Día eterno es éste, día ingenuo, infante coral,
oracional; se corona el tiempo de palomas, y el futuro se puebla de caravanas
de inmortales rosas. Padre, aún sigue todo despertando; es enero que canta, es
tu amor que resonando va en la Eternidad. Aún reirás de tus pequeñuelos, y
habrá bulla triunfal en los Vacíos.
Aún será año nuevo. Habrá empanadas; y yo tendré
hambre, cuando toque a misa en el-beato campanario el buen ciego mélico con
quien departieron mis sílabas escolares y frescas, mi inocencia rotunda. Y
cuando la mañana llena de gracia, desde sus senos de tiempo, que son dos
renuncias, dos avances de amor que se tienden y ruegan infinito, eterna vida,
cante, y eche a volar Verbos plurales, jirones de tu ser, a la borda de sus
alas blancas de hermana de la caridad, ¡oh, padre mio!
ESPERGESIA
Yo nací un día que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo, que soy malo; y no saben del
diciembre de ese enero. Pues yo nací un día que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío en mi aire metafísico que nadie ha de
palpar: el claustro de un silencio que habló a flor de fuego.
Yo nací un día que Díos estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha... Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres, sin dejar eneros.
Pues yo nací un día que Díos estuvo enfermo.
Todos saben que vivo, que mastico... Y no saben por
qué en mi verso chirrían, oscuro sinsabor de féretro, luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge preguntona del Desierto. Todos saben... Y no saben
que la luz es tísica, y la Sombra gorda... Y no saben que el Misterio
sintetiza... que él es la joroba musical y triste que a distancia denuncia el
paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo nací un día que Dios estuvo enfermo, grave.
